Muchas veces predicamos las maravillas del señor, decimos que Dios habla, que Dios hace grandes milagros, que Dios todo lo puede y que el señor es bueno; sin embargo, en los momentos de dificultad, cuando somos probados o cuando Dios se manifiesta en una de esas formas que mencionamos anteriormente, es el momento de hacer una parada y hacerse la siguiente pregunta: ¿conozco ese Dios que predico?
Hace varios días veía una película titulada “El cielo sí existe”. En esta historia, basada en hechos reales, los personajes principales son un pastor y su familia. El pastor tenía una esposa maravillosa y dos hijos obedientes, una familia extraordinaria y envidiable. Predicaba cada domingo y hablaba de las bondades de Dios. Un día el pastor enferma y después de atenderse, se recupera; de inmediato y sin pausa se enferma su hijo de 4 años, lo lleva a urgencias y el estado es grave, hay que operarle de emergencia pues tiene perforada el apéndice. Mientras era operado el niño muere temporalmente.
En medio de la aflicción y la turbación, la madre llama a uno de los miembros del cuerpo pastoral para que llame a algunos amigos para que oren por su hijo y el pastor se va a la capilla del hospital a pelear con Dios “me heriste a mí y a mi familia y lo soporté, pero no te lleves a mi hijo”, decía con enojo. El niño sobrevivió, pero no por la demanda del padre sino por la misericordia de Dios para con él y porque el señor tenía un propósito con el acontecimiento, de manera que ministrara las vidas de la iglesia y de aquella familia.
Resulta increíble que al niño salir del hospital y comenzar a hablar sobre su visita al cielo y su encuentro con Jesús, sus padres no entienden aquello de cuanto hablan, pese a que les contó haberlos visto mientras le operaban, a uno llamando por teléfono y a otro peleando con Dios en la capilla, simplemente no creían y lo que es peor aún, los miembros de la iglesia se burlaban, los tildaban de loco y emplazaron para que decidiera que hacer.
Este hecho llamó poderosamente mi atención. Muchas veces, casi todas, no conocemos el alcance de lo que leemos en la palabra ni de lo que predicamos a otros. Es por ello, que en ocasiones no logramos convencer a las almas de arrepentirse y que reciban ese Dios maravilloso que ofrecemos, porque no le conocemos en espíritu y en verdad. No debería ser que sea en la propia congregación donde se nos cuestione por las experiencias extraordinarias con Dios, pues aquello significa que el Dios al que le hemos estado sirviendo, tiene limitaciones, no es todopoderoso, no se manifiesta a quien quiere y como quiere, simplemente no es todo aquello que vivimos diciendo que es.
El capitulo 8 del libro de Lucas nos relata la historia de la hija de Jairo, a quien Jesús levantó de los muertos, diciendo a aquellos que no creían y se burlaban, que ésta no había muerto, sino que dormía. El ser humano en su naturaleza pecaminosa es incrédulo y hasta de Jesús a quienes muchos vieron, dudaron, de Dios padre a quien ojo humano no ha visto jamás, mayor es la incredulidad, aún dentro de su pueblo.
Te invito a reflexionar en este momento a definir si vives lo que predicas, si crees lo que predicas y si conoces la capacidad el señor. Dios te bendiga.
Ironely Hernández
Santo Domingo, Rep. Dom.