La fe del mundo de hoy

En este tiempo, en que en un abrir y cerrar de ojos las cosas han cambiado  el curso de los habitantes del mundo, me ha llamado la atención el nivel de obediencia y creencia de la gente.

Un virus microscópico, «invisible», tiene en vilo al mundo, y la gran mayoría, o prácticamente todos los humanos, hemos creído y obedientemente hemos seguido las instrucciones sanitarias para evitar ser infectados, evitar su propagación hasta lograr que sea erradicado.

Antes de vivir lo que ahora vivimos, íbamos muy rápido, todo era flash, vertiginosamente nos movíamos de aquí para allá y de allá para acá, no teníamos tiempo para Dios, para la familia, ni para nosotros mismos; hasta que se anunció oficialmente que en un pueblo de China, llamado Wuhan, se había desatado un virus que estaba matando a sus habitantes y que era urgente evitar su contagio y propagación. Luego se confirmó que el virus se expandió a algunos países de Europa, luego al continente americano, y ya es pandemia.

Lo que me ha llamado la atención es como tan fácil hemos creído lo del virus, como nos hemos aislado, como nos hemos llenado de pánico, miedo y temor, y cómo tenemos la esperanza de que saldremos airosos de esta terrible situación mundial.

La Biblia, en el libro de Hebreos capítulo 11 versículo 1, nos habla de La Fe. Nos dice que: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Conforme a este versículo podemos concluir que el mundo está lleno de gente de fe. La gente tiene la convicción de que existe este virus, aunque no lo ha visto. La gente tiene la certeza que si se aísla y sigue las recomendaciones de lugar, no serán infectados y que muy pronto se tendrá la vacuna para eliminar este virus o hacernos inmune al mismo.

Pero, ¿por qué nos ha costado tanto y aún nos cuesta, tener fe en lo que Dios nos ha revelado en las Sagradas Escrituras?

El Soberano Dios, creador y sustentador del Universo, dador de la vida, envió a su hijo Jesucristo para salvar la humanidad. Él es la imagen del Dios Invisible, el primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él….por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Leer en Colosenses 1:15-20).

¿Por qué se nos hace tan difícil creer en Dios y en su hijo Jesucristo? ¿Por qué se nos hace tan difícil creer en la promesa de su segunda venida como Rey de reyes y Señor de señores? ¿Por qué se nos hace tan difícil creer que Jesucristo viene pronto (en un abrir y cerrar de ojos)? ¿Por qué se nos hace tan difícil creer que hay un remanente humano, a quien la Biblia llama “La Iglesia del Señor” que pronto será arrebatada y sacada de ésta tierra para ser llevada a los cielos? ¿Por qué, por qué, por qué?

¿Cuál es la fe que realmente necesitamos?

Dios nos está dando la oportunidad de reflexionar en torno a las cosas que estamos viviendo en carne propia. Somos una generación privilegiada, estamos siendo alertados, orejeados, advertidos, en cuanto a lo revelado en la Palabra de Dios. Nuestra más sabia decisión debe ser volvernos a Dios, humillarnos delante de Él y reconocer que Él está por encima de nosotros. Buscar el rostro de Dios ahora que puede ser hallado, ahora que Él está cercano, arrepentirnos de nuestros pecados, arrepentirnos de nuestra rebeldía, apartarnos de nuestros malos caminos, y orar a Dios para que Él nos oiga, nos perdone, nos sane y nos salve.

No seamos necios, seamos sabios, aprovechemos bien el tiempo porque los días son malos y los tiempos irán de mal en peor. Seamos entendidos en cual sea la buena, perfecta y agradable voluntad de Dios. Él nos espera con sus brazos abiertos. Nuestro socorro viene de Dios, que hizo los cielos y la tierra. No todo está perdido, nuestra esperanza está en volvernos de corazón a Dios.

Alexis Rodríguez.

Santo Domingo, República Dominicana.

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