“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella le dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: No yo te condeno, vete y no peques más” Juan 8: 10-11

A mi entender, entre tantas historias bíblicas extraordinarias que nos revelan la verdadera intención de Jesús al venir por un tiempo a la tierra como hombre y estar frente nuestra humanidad pecadora, la historia de la mujer adúltera es definitivamente una de la más representativa. Es esta historia nos muestra de una manera llana, sencilla pero contundente la gracia, el amor, el perdón y la protección que sólo Jesús es capaz de dar al corazón de un ser que no sólo se hunde en el pecado, sino que también es centro de críticas, juicios, y amenazas.
Amenazador en todo aquello que pareciese que producirá un daño o que podría convertirse en un peligro, es todo aquello que es capaz de lastimar o de ser peligroso y cada vez que usamos el nombre del Señor para intimidar, para declarar daños sobre alguien o para atemorizar con el fin de que alguien se retracte o actúe conforme a nuestros intereses, estamos levantando el dedo amenazador.


¿Cuántos no son los que entienden que cada evento negativo que experimente es una respuesta de parte de Dios por un error cometido? ¿Cuántos hoy no son capaces de creerse total y rotundamente perdonados por Dios una vez que se humillaron, doblaron sus rodillas y su corazón delante del Señor y el Padre? quien nos dijo que nosotros debíamos perdonar hasta 70 veces 7 por día ¿no será capaz de perdonarnos?, pero hemos aprendido un concepto tan errado de Dios que aun, con la cárcel abierta no nos permitimos salir y correr por nuestra libertad.

La traducción Nueva Versión Internacional traduce el versículo 9 del capítulo 58 de Isaías de la siguiente manera: “Llamarás, y el Señor te responderá; pedirás ayuda, y Él dirá “¡Aquí estoy!” Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa”. Fíjate que aquí habla del dedo acusador, del que señala del que mira lo ajeno para establecer juicio. Jesús habló en su paso por la tierra a los que levantaban el dedo amenazador o el dedo acusador: “Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” Mateo 23: 28. Cuando Jesús hablaba de que antes de mirar la paja del ojo ajeno miráramos la viga del nuestro, nos dejó dicho claramente que de un modo u otro, ya sea paja o ya sea viga, todos tenemos algo en el ojo, lo que pasa es que por más grande que sea lo nuestro, es más fácil mirar el ajeno.

Al inicio de este capítulo te hablé de la mujer adúltera, que frente a un pecado considerado tan vil como el adulterio, fue arrastrada con perversas intenciones a los pies del Maestro, ahí llegó ella, con su pecado, con la afrenta, con las heridas en la piel y el alma, otro había cometido el mismo pecado junto a ella, pero ella cargaría con toda la culpa. Pudieron mantenerla en secreto mientras hablaban con Jesús, pero el que acusa trata de avergonzar y dañar la dignidad y reputación del acusado. La ley judía ordenaba ejecutar a ambos según Levítico 20:10 y Deuteronomio 20:10. Llegó ahí, justo a los pies del amado, la biblia no dice que aquel que sí podía acusarla, emitir juicio o amenazarla haya levantado su dedo para acusarla, no, no levantó el dedo para augurarle el peligro que vendría sobre ella, dice que aquél que no conoció pecado, se inclinó al suelo, quizás, colocándose a nivel de la mujer arrastrada y comenzó a escribir en el suelo mientras los acusadores insistían en preguntarle. ¿Qué escribió Jesús? ¡Quién sabe! lo que sí sabemos es que interrumpió su escritura, se incorporó y con una sola frase ahuyentó a todo aquel que había levantado su dedo sobre esa mujer: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.

El Maestro siguió escribiendo (con el dedo que pudo usar para amedrentar) y dice la palabra que una vez confrontados por Jesús, su propia conciencia comenzó a acusarles y comenzaron a irse desde el más viejo, al más joven. Y es que, cuando somos confrontados por Jesús y nos muestra nuestro interior como un espejo, es imposible que nuestra conciencia dormida por ignorancia o a conveniencia no se despierte para mostrarnos nuestra realidad, ni a ellos Jesús los amenazó, ni a ellos los acusó, los dejó ir, después de chocarse con Él y ya con la conciencia despierta para que ellos decidieran que harían con sus vidas. Pero la mujer quedó ahí, me atrevo a afirmar que ella se sentía indigna por el pecado cometido, a ella también se le debió haber despertado la conciencia, pero siempre será más cómodo cuando nos sentimos despreciables y repugnantes por la vileza de nuestro pecado quedarnos delante de quien no nos hará sentir más indignos y sucios, sino delante de quien nos recibe, nos cubre y nos guía a las aguas salutíferas que no purificarán.

Qué liberación sintió esa mujer al ver a sus acusadores retirarse uno a uno y dejar todo el alboroto, todo el escándalo, el ambiente debió cambiar radicalmente, me imagino que muchos salieron a ver lo que pasaba y ella era el centro, escuchar los pasos de los acusadores, de los amenazadores, de los que nos afrentan cuando se alejan, y no quedar ninguno, es una de las experiencias más liberadoras que existe. Es una opresión que es quitada, y quedar frente al único que puede restaurarnos y que con amor y compasión nos diga: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

Esta palabra me estremece y me hace entender que mi actitud frente al pecador no es juzgarle, amenazarle, afrentarle, no, mi actitud es tratar de cubrirle y llevarlo a los pies del que perdonó mis pecados cuando estuve allí, aunque quizás con diferente pecado, pero allí, con la misma hediondez, y dejarle por entendido que esa fuente de agua estará siempre disponible y que es merecedor del mismo amor y trato que yo recibí.

Mira tú dedo, mira tú paja o tu viga. No dañes el corazón que Dios ha conquistado y perdonado con juicios y amenazas, no es sano, no es bíblico. Y si has sido esclavizado o esclavizada por el dedo amenazador te invito a que corras a los pies del Maestro, Él es el agua de vida y te ofrece un manto que te cubrirá y te devolverá la libertad que necesitas.

Doctora Aura Contreras.

Santo Domingo, Rep. Dom.

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