Una Iglesia que Influye

Hace unos meses tuve el placer de compartir con alguien no cristiano, una persona con una riqueza de conocimientos y un pensamiento lógico impresionante y, como se ha de esperar, surgieron interrogantes sobre el fundamento de mi fe. Escuchar preguntas tales como: ¿porqué los judíos no aceptaron a Jesús?, sobre la autenticidad de la biblia y su inspiración divina, sobre la autenticidad de canon bíblico, sobre el dogma y la doctrina, entre otras interrogantes, el dar respuesta a dichas interrogantes, no necesariamente para convencerle de que crea lo que yo creo, sino demostrando que  lo que yo creo no es infundado, todo esto me llevó a reflexionar sobre la iglesia y de cómo ella se hace influyente y sólida no por lo superfluo que la adorna sino por el fundamento que la sostiene.

Si revisamos desde el capítulo 11 de Marcos vemos como Jesús realiza la purificación del templo, sacando a los negociantes y compradores, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas (versículo 15), cómo los escribas y los principales sacerdotes querían matarle, pero no podían porque el pueblo estaba admirado por su doctrina y tenían miedo de proceder (versículo 18).

Jesús vuelve otra vez al templo y los fariseos, los principales sacerdotes y los ancianos le cuestionan sobre la autoridad con que hacía esas cosas, a los que Jesús sabiamente derriba cualquier plan,  condicionando su respuesta a la respuesta de ellos sobre si el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres.  Le enviaron algunos fariseos y herodianos para que le sorprendieran con alguna palabra y le cuestionaron sobre el tributo al César, también vinieron unos saduceos a cuestionarle sobre la resurrección,  pero las respuestas dadas por Jesús fueron tan sabias, tan oportunas y mostraban un buen manejo de lo que creían otros grupos religiosos a tal punto que uno de los escribas que le escuchaba y sabía que le había respondido bien, se acercó a cuestionarle sobre los mandamientos (Marcos 12: 28) y Jesús no sólo vuelve a impresionarlo con su respuesta, también intimida al resto quienes no se atrevían a hacerles más preguntas porque Jesús demostraba que la estructura que sostenía su fe era sólida.

 Muchas veces nos encerramos dentro de los templos, aun siendo llamados a ser luz en el mundo, pretendemos brillar entre otras luces cuando de lo que se trata es de brillar en las tinieblas. Llegamos a las iglesias y no participamos de actividades sociales, no pertenecemos a ninguna institución benéfica, no visitamos los centros culturales ni participamos en ello, otros peor aún se alejan de sus familiares porque no comparten su fe Dios y que decir que muchos temen llevar el mensaje a ricos o personas prominentes cuando Dios no escatima clase social, raza, preparación académica ni posición alguna para llamar al arrepentimiento.

Tenemos en la palabra el caso de Leví (Mateo) el publicano. Un publicano era un recolector de impuestos y Mateo, al igual que los demás publicanos, era despreciado por los judíos, no obstante, Dios no escatimó su condición; según Mateo 9: 9, lo vio sentado en el banco de los tributos públicos y le dijo: sígueme. Jesús se sentó junto a sus discípulos en la mesa en la casa con muchos publicanos y pecadores lo que llamó la atención de los religiosos y les preguntaron a sus discípulos porque el Maestro comía con los publicanos y pecadores, ¿la respuesta que les dio Jesús?  porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.

De eso se trata, de llegar a aquellos que no conocen de Jesús, entrar y arrebatarles las almas a Satanás.

Poco tiempo más tarde llegaron los discípulos de Juan a cuestionar porque ellos y los fariseos si ayunaban y los discípulos de Jesús no (Mateo 9: 14). Este panorama no dista del actual. Muchos juzgan y cuestionan las actitudes de sus hermanos en la fe mientras otros se han detenido en competencias y comparaciones espirituales y de manera consciente o inconsciente opacan la luz de otros que si están brillando en las tinieblas, sólo por ser de una manera distinta a las preconcebidas en sus rígidas estructuras religiosas. A ese publicano pecador y repudiado (note que Jesús no escatimó compartir con él en la mesa), el Maestro le hizo nada más y nada menos que uno de sus 12 discípulos.

En Juan 3 un fariseo y principal entre los judíos se acerca a Jesús «de noche» con palabras hasta cierto punto lisonjeras, Jesús le interrumpe diciéndole que el que no naciere de nuevo no puede ir al reino de Dios. Esto da inicio a una conversación que lo confronta porque aun siendo maestro de Israel era un ignorante de los misterios del reino. Esta fue una conversación extraordinariamente fructífera.

En el capítulo 7 del libro de Juan los principales, sacerdotes y fariseos habían enviado a los alguaciles a prender a Jesús, y no pudieron dando como respuesta: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre! Los fariseos les reprocharon: que si ellos también habían sido engañados por Jesús, que si acaso alguno de los gobernantes o de los fariseos había creído en él y que la gente que no sabe de ley era maldita. Fíjate que los que no saben de ley en el tiempo de Jesús eran los incultos, los iletrados, la gente común, y ellos entendían que esta condición les hacía creer en Jesús, pero dentro de estos fariseos estaba Nicodemo (capítulo 50) «el que había venido a Jesús de noche, el cual era uno de ellos» y con astucia y sabiduría les pregunto si acaso la ley juzgaba a un hombre sin haberlo escuchado o sin saber lo que había hecho, todo esto con el fin de deshacer el plan de prender a Jesús  consiguiendo con esto que cada uno de ellos se fuera a sus casa y no seguir con el plan.

Muchas personas que están en posiciones estratégicas serán instrumentos de Dios para bendecir el reino en situaciones donde creemos que el poder de los impíos se impondrá, otras veces esos que no nos lucen quizás tan religiosos, podrían ser tan fieles y quizás más que los que públicamente exhiben una vida de fe, como es el caso de José de Arimatea, discípulo secreto de Jesús por miedo a los judíos, solicitó el cuerpo de Jesús y Nicodemo «el que había visitados a Jesús de noche» llevó como cien libras de mirra y áloes (cantidad usada para los reyes) y ambos, mientras los 11 apóstoles  se habían ido, y uno de ellos hasta negado, lo envolvieron en lienzos y le dieron una sepultura digna de quien era, el Rey de Reyes y Señor de señores (Juan 19: 38-41).

La iglesia debe prepararse para poder dar el pasto indicado a las ovejas dejando los mensajes motivacionales o basados en experiencias personales que podrían impresionar pero no fundamentar la fe del creyente y debe prepararse para poder ser el flagelo que Dios introduzca en los más oscuros de los escenarios, debe salir y de manera intencional ser luz. Entender que cualquier lugar donde se encuentre y desarrolle sus actividades rutinarias es el altar que Dios le ha preparado para ministrar a otros con sus vidas.

Debe introducirse de manera estratégica en actividades no necesariamente religiosas para ser la lámpara encendida que Dios use para guiar a otros y debe de capacitarse para dar frente a la problemática del relativismo de la posmodernidad, y saber defender con altura y nobleza las enseñanzas y valores del cristianismo. Se dijo que la religión era el opio de los pobres, se cree que mientras menos culto y desarrollado son los pueblos más religiosos son, y la iglesia está llamada a derribar estos argumentos trayendo otra vez el poder de Dios a los templos y llevando su gloria donde quiera que vaya, nos queda un gran reto iglesia, salgamos de los templos y vayamos donde nos necesitan.

Dra. Aura Contreras.

Santo Domingo, República Dominicana.

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