Una cicatriz es la huella que deja una herida en la piel a su paso, pero delata también su sanidad, contando a veces historias en sí misma, sobre la profundidad y la grandeza del daño ocasionado.


No solo el cuerpo físico sufre lesiones, también el alma muchas veces es herida producto de: decepciones, fracasos, traiciones, rencores, raíces de amarguras y demás, pero cuando acudes a Jesús, médico divino, como el único que puede sanar mas allá de lo que el hombre ve, en lo profundo del corazón, entonces eres restablecido, quedando solo las cicatrices.

Estas cicatrices no deben avergonzarte, pues dicen que eres un sobreviviente, que aunque fuiste herido, sanaste, siendo cada huella una enseñanza de vida, que te anima a exhortar a otros para que también permanezcan al paso de la catástrofe.

Jesús es el único que conoce tu corazón, que puede entender tu dolor, que discierne lo más profundo de tus pensamientos, acude a Él, humilla tu alma ante su presencia, para que recibas sanidad, y puedas luego exhibir tus cicatrices sin vergüenza, por recibir la gracia inmerecida de la salvación, sanidad y toda la paz que esto envuelve. Dios te bendiga y guarde. Hebreos 4:12-16; Juan 1:1-4; Lucas 6:8; 16:15.

Scarlett Ramírez

Santo Domingo, República Dominicana.

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